Las cloacas del fútbol saltaron ayer a la superficie con motivo del partido entre el Alavés y el Betis (1-2), con un enfrentamiento previo entre ultras de los dos equipos que disfrazaron su violencia de presunta afición al deporte para protagonizar una pelea multitudinaria que requirió de la actuación policial para evitar males mayores. La reyerta, que tuvo lugar al mediodía en el barrio de Ariznabarra, en las proximidades de Mendizorroza, se saldó sin detenidos ni heridos de gravedad, más allá de alguna contusión leve entre los implicados, informaron fuentes de la Ertzaintza.

Todo comenzó pocos minutos antes de las doce del mediodía, justo después de la llegada de un autobús con una treintena de ultras y seguidores verdiblancos, recibidos con una lluvia de diversos objetos por parte de sus homólogos vitorianos, que se aproximaban al centenar, según relataron a EL CORREO testigos presenciales. Botellas, sillas y hasta mesas de los locales hosteleros más próximos se convirtieron en material de lanzamiento y agresión entre ambos grupos. Ninguna de las dos facciones portaba distintivos de los equipos, en una pelea que llegó a alcanzar proporciones de gran violencia, según las mismas fuentes. Afortunadamente, la intervención de un ertzaina de paisano logró frenar los enfrentamientos.

El partido no había sido inicialmente declarado de alto riesgo, pero la Comisión Antiviolencia acordó otorgarle tal consideración la madrugada anterior, como medida de urgencia y tras disponer de información relevante al respecto, después de que en la noche del viernes se produjera en Vitoria un ataque a seguidores béticos de la peña Juan Andante, perseguidos a la salida de su hotel.

En esta coyuntura, llama la atención la facilidad con la que el autobús de ultras verdiblancos se pudo aproximar a los aledaños del estadio, al contrario que pasó en los precedentes con los radicales del Logroñés o el Zaragoza, por ejemplo. Sí había, en cualquier caso, un dispositivo policial especial por la zona, donde patrullaba el ertzaina de paisano, que, ante la gravedad de los acontecimientos, llegó a esgrimir su arma reglamentaria y efectuar unos disparos al aire para, en una maniobra disuasoria, evitar males mayores. El agente redujo a unos pocos béticos a los que obligó a tumbarse boca abajo en el suelo.

En este punto, los radicales del Alavés huyeron por las calles adyacentes, mientras que las patrullas que se personaron en el lugar de los hechos retuvieron e identificaron a los visitantes, que, a partir de ese momento, fueron custodiados por la policía, aunque les permitió circular con normalidad por la ciudad y asistir al partido, aunque no todos habían llegado con entrada.

El sindicato Erne responsabilizó al director de la Policía vasca, Gervasio Gabirondo, «al no haber considerado el partido de alto riesgo». A su juicio, hubo «falta de previsión» por no habilitar las dotaciones policiales suficientes para controlar el partido. El sindicato pidió a la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, que destituya de su cargo a Gabirondo. Erne destacó la rápida actuación de un ertzaintza que con su decisión de lanzar varios disparos al aire evitó «una tragedia».