Al Gobierno vasco no parece preocuparle especialmente que los sucesivos procesos de selección de la 28 promoción de ertzainas –pendientes aún de realizar las pruebas médicas, formación en Arkaute y periodos de prácticas– hayan dejado sólo 665 aspirantes válidos para una oferta pública de 700 plazas. Así lo aseguraban ayer fuentes del Departamento de Seguridad, que interpretaban en clave positiva haber aumentado el cupo el pasado marzo, «porque eso nos ha permitido contar con 165 aspirantes que, de otra forma, no hubiéramos tenido». Sí admiten, no obstante, que las entrevistas personales se han cobrado un buen número de descartes. También que «quizá pecamos de optimismo», en un momento en que la academia alavesa forma también a remesas de policías locales –232 agentes saldrán a la calle el 30 de julio– y se crean bolsas de interinos para sustituciones de verano o jubilaciones en los municipios. «Es un proceso muy dinámico y suponemos que tendremos que valorar si la convocatoria para finales de año debe hacerse para tanta gente», detallaron desde la consejería.
Un vistazo a los últimos resultados pone de manifiesto que hay más aspirantes que en anteriores convocatorias (4.350 este año frente a los 3.494 de hace dos o los 3.699 de hace cinco). La cuestión es que mientras en aquellas citas el número de plazas a cubrir eran 250 y 120, este año la OPE de la Ertzaintza que echó a rodar en febrero convocaba 500 plazas,que poco después se elevaron hasta 700. A falta de las pruebas médicas, y de completar un periodo de formación en Arkaute –que no superan alrededor del 6% de los candidatos–, los últimos resultados arrojan 665 aspirantes válidos para una oferta pública mayor. Un escenario inquietante en un contexto marcado por la falta de relevo generacional y las jubilaciones en cascada, y el cada vez menor entusiasmo que el uniforme de ertzaina parece despertar.
¿Por qué? «Los convenios entre diputaciones y ayuntamientos han mejorado mucho las condiciones en las policías locales, donde los sueldos son más altos, la estabilidad mayor y encima no corres el riesgo de que te destinen a cien kilómetros de casa», explicaba ayer Roberto Seijó, secretario general del sindicato ErNE.
«Lo dejan para el final»
En los resultados cosechados también influye la falta de preparación. Sólo así se explica que la primera criba –teórico, psicotécnico y test de personalidad (si no se aprueba la primera prueba ya no corrigen la segunda)– dejase en la cuneta a dos de cada tres candidatos. Emiliano Martín, de la academia Bilbao Formación, explica que «el gran problema al que nos enfrentamos siempre son los candidatos que esperan al último momento para trabajar un temario que la mayoría desconoce. Está muy bien tener una licenciatura en carreras técnicas, pero no basta para saber dónde nace el Bidasoa o qué define un delito de apología. Esperan a que salga la convocatoria para apuntarse en la academia y es imposible resolver con apenas un mes de clase». Además, como ya han señalado fuentes de Seguridad en ocasiones anteriores, una parte importante de los aspirantes que prueban suerte lo hacen por segunda o tercera vez, con lo que la rotación no es la deseada. Candidatos que encuentran su principal escollo en las entrevistas personales.
Una situación «insólita» en el resto de cuerpos policiales de España, según coinciden en señalar fuentes sindicales de la Guardia Civil, Policía Nacional o Mossos. Pero que no es inédita en Euskadi, donde ya se vivió en las promociones octava (se amplió la OPE a 800 plazas y acabaron siendo ertzainas 564) y novena (salieron 600 y se cubrieron 498). La situación se repitió en 2001 coincidiendo con el asesinato a manos de ETA de dos agentes que regulaban el tráfico en Beasain y que ilustra a la perfección el clima de miedo que se vivía en aquellos días. Ahora no es el caso.
«¿Qué harías tú si un familiar cercano comete un delito?»
La entrevista personal es un terreno pantanoso que se cobra su buena cuota de descartes. El objetivo, sacar a la luz la conducta de quien se enfrentará a situaciones de presión
«¿Y si, al volver a casa solo, te encuentras en un bar con un ladrón armado con una navaja?». La entrevista personal es siempre un terreno pantanoso. La prueba, que sirve para determinar la capacidad conductual y las competencias, incluye preguntas aparentemente ‘fáciles’ –¿Por qué quieres ser ertzaina? ¿Qué aportarías a este trabajo? Tres defectos, tres virtudes...– con otras que encienden las alertas. «¿Qué harías si un familiar cometiera un delito o una infracción?». O ¿por qué te tienen que coger a ti y no a otro? O ¿cuándo fue la última vez que te has cabreado?
Semejante potro de tortura no es exclusivo de las pruebas para acceder a la Ertzaintza. Entre las cuestiones frecuentes que plantean la Policía Nacional o la Guardia Civil a sus aspirantes –a menudo intercambiables con otros cuerpos– está, por ejemplo, qué opinan de los antidisturbios, cómo encajan las críticas, qué piensan de las mujeres policía y de que les exijan menos nota en las pruebas físicas, cuándo le pusieron la última multa o qué manías tienen. También qué opinan del terrorismo y cómo acabarían con él. Todas con su pequeña/gran dosis de trampa. «Imagínese que hay una señora tirada en el suelo pidiendo ayuda, las emergencias atendiéndola y ella gritando que le han robado. Hay un negro en la misma acera y un gitano en la otra corriendo. ¿Qué haría?». Tic-tac, tic-tac.